A tres años de gobierno

04 de diciembre de 2003



No cabe la menor duda, estamos viviendo una recomposición de las fuerzas políticas y, lo más significativo, estamos experimentando las consecuencias que genera una nueva dinámica al interior de las instituciones políticas del país.

Hoy por hoy no podemos evaluar el saldo de los daños y beneficios que genere ésta experiencia para los mexicanos; son fenómenos que sólo con el transcurso del tiempo se pueden comenzar a manifestar sus consecuencias y así verificar los costos que generen para el País.

A tres años de ejercicio del presidente del “gobierno del cambio”; del que sacó al PRI de los pinos; del que realizó promesas de campaña inalcanzables; de quién gobierna a cien millones de mexicanos y que ahora vive en el “país de las maravillas”; sus resultados han sido escasos.

Existen argumentos de quienes aún confían en que el próximo año, como en cada uno de los últimos tres, el presidente Fox dará buenas cuentas a los mexicanos; mujeres y hombres de gran fe que argumentan que Fox es un buen hombre, honesto y bien intencionado —atributos no cuestionados— pero al que los políticos del pasado los “conspiradores de la República” no dejan gobernar. Que triste y lamentable argumento, que poco favor le hace a quien pretende proteger y justificar.

En cualquier organización (política o privada) existen responsabilidades que asumen sus miembros; responsabilidades que permiten evaluar a quien debe cumplirlas y que, en razón del resultado que se obtenga al comparar los avances o metas alcanzadas frente a la responsabilidad asumida, sirven para otorgarles reconocimientos (manifestados en ascensos, mejor remuneración, confianza, etc.) o castigos (sanciones, llamadas de atención, etc.). Bajo éste argumento el presidente ha logrado generar en la mayoría de mexicanos: decepción, desilusión e incertidumbre; sentimientos que se verán traducidos en castigo. En una analogía simplista, si Fox fuera algún alto directivo de empresa (por sus logros y metas alcanzadas) hace mucho tiempo que habría sido despedido.

Existen otros argumentos que afirman que los mexicanos debemos ponderar el grado de dificultad que tiene para Fox gobernar —sin dinero para obras, sin crecimiento en la economía mundial y con los “conspiradores” en su contra— y así poder hacer un análisis objetivo de su desempeño. Lo anterior es cierto y es, precisamente, lo que ha evitado que los partidos políticos, organizaciones sociales y los mexicanos sin empleo salgan a las calles a exigir su renuncia.

De hecho, podemos afirmar que el resultado que se obtenga al hacer el análisis del desempeño de Fox justificando su ineficacia en razón de la carencia de recursos, la falta de crecimiento en la economía mundial y la lucha política, sería un juicio ingenuo y ligero.

Repito ligero e ingenuo ya que no podemos imaginarnos un presidente con recursos suficientes; una economía que no esté influenciada por la mundial; o un presidente electo democráticamente que no cuente con adversarios políticos y no tenga que enfrentarse a la lucha por la competencia electoral. Fox y los mexicanos sabemos a lo que se enfrenta un presidente; pero bajo ese contexto debemos exigirle: rumbo, decisión, valor, inteligencia y, lo más importante, resultados.

Por otro lado, tenemos a la Cámara de Diputados que no ha podido asumir su responsabilidad; al igual que el poder ejecutivo sus resultados han sido mediocres.

El grupo parlamentario del PRI no ha podido asumir su responsabilidad de mayoría y continúa inmerso en la lucha por el poder (tanto al interior del grupo parlamentario como en su propio Comité Ejecutivo Nacional); en cuanto al PRD está en espera de ver los platos rotos entre el PAN y el PRI y así aprovechar para abanderar los temas populistas que les otorgue mayor rentabilidad electoral; y en cuanto al PAN, continúa en espera de que terminen las contradicciones en el gabinete para poder presentar sus propuestas fiscal y energética.

La lucha por la sucesión presidencial la adelantó quien ya no quiere ser presidente y las consecuencias las estamos viendo ahora. El único ganador aparente hoy en día es López Obrador, quien seguramente se está beneficiando de las heridas de ésta lucha.

No veremos del congreso, en este periodo ordinario de sesiones, la aprobación de la reforma fiscal integral y mucho menos la energética; veremos aprobada, nuevamente, una miscelánea fiscal y en cuanto a la energética, su lugar estará en la congeladora hasta nuevo aviso.

Así las cosas y con serenidad en el juicio podemos decir que, a tres años del actual gobierno seguimos con un presidente que continúa actuando como candidato (candidato que no quiere asumir ser presidente); así como con una oposición que no ha sabido serlo (irresponsable e inmadura).