De la espiritualidad a la realidad

11 de abril de 2009



Después de terminada la semana mayor, en donde se debe meditar sobre el terrible castigo y muerte, a manos de la autoridad política, del mayor líder que ha tenido la historia de la humanidad, es que esa gran mayoría de católicos mexicanos por tradición y no por convicción, deben retomar el camino de lo mundano y regresar a la realidad: crisis económica, falta de empleo y violencia extrema.

sí las cosas, recordar el acontecimiento histórico que cambio el destino y rumbo de la humanidad hace dos mil años: la vida y muerte de Jesús, el hijo de Dios, el que afirmó “amaos los unos a los otros”, es reafirmar que el hombre requiere de liderazgos congruentes que le permitan alcanzar objetivos de gran envergadura. La humanidad se encuentra inmersa en un proceso de globalización que si bien es cierto ha traído grandes beneficios, también ha generado una sumisión total al poder del dinero; sumisión de autoridades, sumisión de la política y sumisión de gobiernos, todos, al poder del dinero.

Hoy más que nunca, los mexicanos debemos ser responsables de nuestros actos, ya que por ello tenemos el gobierno que merecemos. Hoy más que nunca, debemos ser consientes de que nuestra participación y nuestro voto pueden hacer un cambio.

El problema fundamental radica en que los más necesitados, los que viven en la pobreza, y aquellos que son mayoría, los jóvenes, que no encuentran un futuro con cierto grado de certeza, son los que menos votan en las elecciones, son los que menos participan.

Esa inmensa mayoría de mexicanos, los pobres y los jóvenes, que requieren de mayor atención y apoyo por parte del gobierno, no votan; es una contradicción, pero es la realidad. Pareciera ser que no existe una comprensión clara de que su participación puede ser la diferencia; que si participaran de manera regular, los políticos y los Partidos se preocuparían más por ellos, para obtener su voto. Cómo se puede explicar que una mayoría de mexicanos que puede decidir una elección no participe, no lo sé.

El sueño democrático de contar con una sociedad organizada que participe en las decisiones de gobierno es eso, un sueño que está muy lejos de alcanzarse. Estamos muy lejos de tener formas de organización democrática efectivamente vividas e intensamente ejercidas por la ciudadanía, de una ciudadanía que cuente con una cultura democrática del debate y la discusión de los temas sustantivos para su desarrollo.

Pensar que la aspiración democrática de que las resoluciones del gobierno, o la elección de los representantes populares, fueran mediante resoluciones obtenidas por procesos de deliberación y participación de la mayoría de los ciudadanos, es pensar de manera idealista; la realidad es que pocos, muy pocos participan en la vida política del Estado; es por ello que ahora somos testigos de una drástica relativización del poder administrativo y democrático por el poder del dinero.

La sociedad se encuentra, por voluntad propia, en plena sumisión a los intereses económicos privados, no existe una convicción plena por ejercer su poder, el poder de elegir a sus gobernantes, el poder de participar en las decisiones que le afectan.

La sociedad requiere de liderazgos comprometidos con la gente, liderazgos que trabajen para la gente, pero también necesita participar de manera decidida en la elección de dichos liderazgos, no puede estar en su casa esperando que la suerte le ayude a tener buenos gobernantes y buenos representantes populares. Ha terminado el tiempo de reflexión, lo que sigue es actuar.