El momento para actuar es hoy

12 de diciembre de 2003



Si algo podemos afirmar, en razón del debate registrado hasta la fecha sobre la reforma fiscal, son la exposición de las fracturas que viven algunas instituciones del país y la apatía o exagerada cautela que tienen otras con relación a las reformas estructurales y al desempeño del poder ejecutivo. En ambos casos son eventos y actitudes que poco o nada contribuyen al desarrollo del país.

Si bien es cierto que la fractura más evidente es la que experimenta el PRI —la cual inició el 2 de julio del 2000 al perder la Presidencia de la República— también existen otras instituciones que se encuentran viviendo ésta experiencia y que hoy se manifiesta con mayor fuerza.

El problema no radica primordialmente en el hecho de que muchas instituciones se encuentren en un proceso de cambio y que en ese transitar se generen fracturas, divisiones y escisiones propias del mismo; lo preocupante es que se estén dando en conjunto y en un momento delicado para la vida interna del país, lo que ha originado que no avancen las reformas estructurales.

Casos podemos citar muchos pero vale la pena señalar algunos que, considero, tienen una gran influencia para el avance y consolidación de las reformas estructurales.

Tenemos el caso de las organizaciones sindicales que en su gran mayoría y hasta hace algunos años mantenían una fiel posición al PRI —lealtad manifiesta en cada proceso electoral al ofrecer “N” número de votos a favor del candidato del Revolucionario Institucional— lealtad que comenzó a ser un elemento de presión para la exigencia de candidaturas a cargos de elección popular (plurinominales), presión y chantaje que incomodó a quienes realizaban el trabajo de años dentro del Revolucionario Institucional y resultaban desplazados por un candidato del sindicato que defendería los intereses de su gremio en el Congreso.

Hoy esos sindicatos se encuentran experimentando fracturas, divisiones y disidencias que están evidenciando la falta de liderazgo y de proyecto al interior de las mismas organizaciones. El caso de los partidos políticos no es la excepción.

Podemos hablar, insisto, de muchas instituciones pero considero que existe un sector de gran influencia en el país que puede servir como impulsor de las reformas y que poco se habla de la responsabilidad que tiene.

Debemos recordar que después del 2 de julio del 2000 y hasta antes del 6 de julio pasado se ha venido dando un cambio significativo en la relación empresarios-congreso (debido en gran parte al cambio de partido en el Poder Ejecutivo); cambio que se vio reflejado en una serie de eventos que permitía afirmar el interés de las cámaras empresariales por participar más activamente en las acciones del Congreso.

Como hechos significativos de lo anterior podemos citar que un año antes de la elección, miembros de Coparmex, Concamin y del CCE buscaron revivir la discusión sobre el IVA e insistieron en una recaudación mayor en los gobiernos estatales y externaron su desacuerdo con los impuestos suntuarios.

Manifestaron también que se encontraban trabajando para presentar sus propuestas a la Legislatura entrante; de hecho las cúpulas empresariales informaron que Concanaco y Coparmex se encargarían de impulsar la reforma eléctrica; que juntos, esos organismos, suscribirían compromisos con los nuevos diputados para impulsar la reforma del Estado; incluso Coparmex elaboró un programa para promover el voto y exigir el cumplimiento de las promesas de campaña de cada candidato; por último, anunciaron que mediante encuestas evaluarían a los legisladores.

Lo anterior vislumbraba una actitud de mayor participación de las Cámaras empresariales y la voluntad por conformar un frente común entre estos órganos para impulsar las reformas estructurales que el país requiere.

La diferencia se percibía en que si bien seguirían trabajando los empresarios como tradicionalmente lo hacen —acercándose a legisladores clave y negociando con ellos en lo individual— intentarían trabajar en conjunto, como Cámaras, con proyectos y propuestas consensuadas entre sus integrantes para impulsar las reformas estructurales y exigirle a los legisladores el mejor de su desempeño.

El contexto cambio, y con ello la actitud de las Cámaras empresariales, apenas se instaló la 59 Legislatura y una vez presentado por el presidente Fox el proyecto de decreto para la aprobación del denominado paquete económico lo que se desato fue el desencuentro y enfrentamiento entre los diputados que hasta ahora pareciera no tener solución.

Fue entonces, después de mucho tiempo, que los empresarios volvieron a aparecer unidos en la escena pública mediante desplegados en todo el país donde convocaban a los legisladores a que llegarán a acuerdos. Lo lamentable es que a la fecha no existe un evento similar que permita percibir la unidad y fuerza de las Cámara empresariales al continuar con su compromiso de impulsar las reformas.

De hecho existen afirmaciones que señalan que el empresariado está manifestando diferencias y apatía —actitudes que no contribuyen a la realización de los compromisos asumidos y al desarrollo del país— al lograr algunas coincidencias y acuerdos entre las Cúpulas empresariales grandes pero no así con las medianas y pequeñas que prefieren continuar presentando sus propias propuestas y negociarlas con los legisladores por separado.

Esos acontecimientos, aunados a la indefinición y silencio del empresariado en cuanto a los conflictos en la Cámara de Diputados, están generando que se cuestione la falta de liderazgo empresarial y de proyecto de país de las Cámaras; de hecho pareciera ser que no hay día donde no existan contradicciones entre los líderes empresariales; basta que alguno diga algo para que de inmediato salga otro a contradecirlo en los medios de comunicación.

Parece ser que ha quedado clara la existencia de una crisis en el liderazgo empresarial y de ahí que se comience a debilitar su posición en los debates que vive la república.

Los líderes empresariales están a tiempo de asumir un papel más activo como un gran frente de Cámaras empresariales unidas en torno a un proyecto de nación; un frente que tenga la influencia necesaria para exigirle a los legisladores que actúen con responsabilidad; un frente sólido que no tema fijar su posición frente a los grandes temas.

No es tiempo de temor y exagerada cautela que se traducen en silencio; hoy, es tiempo de actuar.