Las facultades del presidente

07 de diciembre de 2004



El hecho de que la ley faculte a un funcionario público para que esté en condiciones de realizar determinado acto, no justifica que el acto mismo se ejecute de forma irresponsable y a la ligera; así actuó Fox al despedir al secretario de seguridad pública del Distrito Federal.

La seguridad pública en todo el país, y particularmente en el Distrito Federal, es un tema muy sensible para la población y no puede ni debe ser tratado a la ligera como desafortunadamente lo hizo Fox al remover a Marcelo Ebrard de su cargo.

Es un hecho innegable que los terribles acontecimientos celebrados en Tláhuac al realizarse el linchamiento de tres agentes de la policía, donde dos de ellos fueron brutalmente asesinados, es un suceso que amerita una escrupulosa investigación que deslinde responsabilidades y que, en consecuencia, concluya en la aplicación de las sanciones respectivas para los funcionarios involucrados que fueron omisos en el cumplimiento de su deber.

Lo que no es sano para el país es la forma en que el presidente Fox enfrentó el problema —además de empeorar la de por si tensa situación que se vive entre el Ejecutivo Federal y el Jefe de Gobierno— empeoró la situación al generar suspicacias sobre las razones que motivaron al Ejecutivo a realizar la remoción del secretario de seguridad pública.

Tenemos dos vertientes que se desprenden del despido: la primera es que, el presidente Fox abona a la teoría del complot en contra del jefe de gobierno y aprovecha el desafortunado acontecimiento en Tláhuac para darle un nuevo golpe a Andrés Manuel López Obrador para desgastarlo en su proyecto; la segunda es, la suspicacia que se genera por la forma de actuar de Fox al fortalecerse la versión del propio Ebrard de que su despido atiende, además de cuestiones políticas, al temor del gobierno federal de que se esclarezcan los hechos y se deslinden responsabilidades.

Pareciera ser que el presidente no midió la consecuencia de sus actos: si su objetivo fue mejorar la seguridad pública de la ciudad de México, esto no será así ya que deja sin cabeza y en la incertidumbre a la institución; si por otro lado pretende contribuir al esclarecimiento de los hechos en Tláhuac, lo que está logrando es confusión ya que uno de los principales involucrados es el propio Ebrard, quien seguramente sabe a detalle lo acontecido y puede otorgar una explicación apropiada.

Los acontecimientos señalan que existe evidencia que orienta a mostrar el desorden interno, la falta de coordinación entre los mandos e incapacidad de los responsables de los operativos especiales que se vive en la Policía Federal Preventiva y que dejo a su suerte a los elementos, hoy occisos, que envió a una investigación de alto riesgo sin garantizarles una estrategia de salvación.

El hecho de despedir al secretario de seguridad pública cuando comenzaba a explicar ante la Asamblea cómo fueron los acontecimientos del linchamiento y muerte de los elementos de la PFP y que al día siguiente lo haría ante el Senado de la República fortalece la afirmación del propio Ebrard: el presidente tiene miedo de que se conozca la verdad. Terrible afirmación que, al actuar como lo hizo, Fox pareciera validar.

Esperemos que con la misma prontitud y determinación con que actuó el presidente Fox al despedir al secretario de seguridad pública, así actúe para que se realicen las investigaciones conducentes sobre los hechos en Tláhuac; y de igual forma asuma su responsabilidad el gobierno federal que él encabeza.