Sufragio efectivo, no reelección

05 de septiembre de 2003



Podríamos imaginar trabajando eficazmente a un arquitecto, sin sus escuadras; a un reportero, sin su libreta; o a un fotógrafo, sin su cámara. Esa escena que nos llega a la mente sucede ahora en la Cámara de Diputados.

En muchas ocasiones hemos escuchado, por parte de algunos actores políticos, que es necesario contemplar dentro de la reforma del estado a la reelección de legisladores.

Se han vertido un sin número de argumentos que pretenden justificar el que en un País con una cultura anti-reeleccionista tan arraigada en sus instituciones políticas como el nuestro –cuando menos esto nos han inculcado en nuestra educación básica– se contemple la reelección de diputados y senadores.

El hecho es que esa cultura tan arraigada en nuestras instituciones políticas, en las leyes que nos rigen y reflejada en los discursos partidistas que hemos escuchamos durante muchos años, no es del todo anti-reeleccionista.

Como ejemplo de esta presunta convicción anti-reeleccionista mexicana podemos hablar sobre el lema con el que firma el gobierno mexicano: “Sufragio efectivo, no reelección”. Su origen, como todos sabemos, es la lucha política en contra de Porfirio Díaz (quien permaneció en el poder de 1876 a 1910) por parte de los sectores que se aglutinaron bajo el liderazgo de Francisco I. Madero.

Es precisamente Madero quien utiliza por primera vez el lema como objetivo político de lucha; y es a su muerte que dicho lema se convierte en clamor popular y da origen a que la lucha revolucionaria por derrocar al dictador y conformar un Congreso Constituyente que promulga la Constitución de 1917 lo tome como lema de lucha.

El anterior ejemplo nos muestra como se dio origen al temor fundado de la clase política mexicana por la reelección de gobernantes y legisladores. Lo irónico del caso es que dicho temor duró poco pues es en 1926 cuando Plutarco Elías Calles, el entonces presidente de México, persuadió a los legisladores para que reformaran la constitución política y se contemplara la reelección de presidente de la república siempre y cuando no fuera en el periodo inmediato siguiente y únicamente por un periodo más.

Lo mismo ocurre en el caso de los Legisladores quienes no pueden ser reelectos para la legislatura inmediata, pero pasada la misma podrán desempeñar nuevamente el cargo. La diferencia con el ejecutivo es que los legisladores no tienen un límite de ocasiones en que podrán ser electos como diputados o senadores.

En conclusión: la reelección en México está contemplada en sus instituciones políticas, en sus leyes y en los discursos políticos. La única restricción es que no sea en el periodo inmediato; condición que no altera el acto de reelegirse como presidente, diputado o senador.

La reelección es un tema polémico, las posiciones que se han fijado en los últimos años con relación al mismo tienen muy variados matices. Lo interesante es analizar algunos fundamentos que utilizan para apoyar su posición quienes se encuentran a favor de la reelección de legisladores para periodos inmediatos.

Uno de ellos es fortalecer la eficacia legislativa del Congreso de la Unión. Eficacia con todo lo que el término representa: legisladores profesionales, especialistas en temas específicos, con experiencia parlamentaria, compromiso con sus electores, etcétera.

El anterior argumento nos puede servir como referente para quienes apoyemos a la reelección de legisladores. Para ello se puede tomar como ejemplo a la actual Legislatura Federal y en particular a la Cámara de Diputados.

Como todos sabemos los diputados federales fueron electos el pasado 6 de julio; cada grupo parlamentario nombró o eligió a su coordinador hace más de un mes; y se conformó una comisión especial que se encargaría de coordinar los trabajos para el arribo de la nueva Legislatura Federal al palacio de San Lázaro.

Lo anterior nos podría llevar a decir que se contó con el tiempo necesario y se realizaron las acciones pertinentes para que la nueva Legislatura iniciara sus trabajos el primero de septiembre y de inmediato estuviera en condiciones de probar su eficacia parlamentaria, como lo afirmaron todos y cada uno de los coordinadores parlamentarios.

La realidad es otra: si bien es cierto que todas las acciones realizadas por los diputados electos, los partidos políticos y los coordinadores parlamentarios, hasta antes del primero de septiembre, sirvieron para afinar algunas cosas, sanar heridas generadas por el proceso electoral, reacomodar las fuerzas políticas, etcétera; dichas acciones no se han visto reflejadas en generar condiciones para fortalecer la eficacia legislativa.

Cómo es posible que –después del tiempo que tuvieron los coordinadores parlamentarios, de las reuniones que se llevaron a cabo entre los mismos y de la experiencia que muchos de los diputados tienen al haber sido legisladores en anteriores Legislaturas– hoy es fecha en que la mayoría de los diputados no cuentan con un lugar definido para trabajar (oficina), no tienen definidas las Comisiones a las que pertenecerán y no cuentan con la estructura humana que los asistirá.

Cómo pues quieren convertirse en una Legislatura eficaz si no cuentan con los elementos mínimos indispensables para realizar su trabajo.

En conclusión, se debe de valorar seriamente la posibilidad de que se contemple la reelección de legisladores con el objeto de que el Congreso cuente con instancias permanentes que permitan agilizar todos y cada uno de los aspectos que se deben de contemplar y las acciones que se deben realizar en cada inicio de Legislatura.

La reelección podrá, en su aspecto positivo, generar parlamentarios responsables, objetivos y profesionales que generen una dinámica legislativa eficaz y que no se distraigan de su principal labor por atender temas tan simples como el que se les defina un espacio en donde trabajar o con cuanto personal de apoyo contarán.